Por Carlos Rafael Diéguez. B
El Filosofo y político Francés Edgar Morin a esta hora debe estar subiendo los Andes. Este hombre de raíces judías y españolas tendrá que ver mucho con Europa pero la balanza de sus acertadas premoniciones tiene que ver más con América, un continente en ebullición como consecuencia de la penetración foránea donde las luchas sociales ganan fuerza. Los atributos de Morin me inspiran a conversar con él: sin dudas un paradigma para los luchadores sociales y soñadores despiertos. El che debió conocerlo siempre.
Morin desde temprano supo contrarrestar las enfermedades con actividades útiles que le dieran la posibilidad de hacer acto de presencia en el entorno y al propio tiempo que el medio le retribuyera ganancias espirituales a través de la lectura, el cine, la aviación, el ciclismo y la naturaleza. Cinco elementos que se irguieron para moldear el carácter de un hombre que ha sabido aprovechar los estudios realizados desde su acercamiento a los representantes de la Ilustración del siglo XVIII hasta los movimientos protagónicos contemporáneos. Morin y el Che se identificaban con los mismos gustos y deberes: Investigadores insaciables. Comunicadores de sentimientos.
Si pudiera entrevistar a Morin le haría varias preguntas: ¿Fue la corriente de intelectuales de la ilustración o siglos de las luces quien le iluminó el camino de la sapiencia? ¿La razón humana puede combatir la ignorancia, la superstición y las tiranías? Otra de las formulaciones que no dejaría de hacerle al filósofo está relacionada con la expresión estética del movimiento de los intelectuales denominado Neoclasicismo: ¿Pudiera la humanidad regresar en el tiempo, rectificar errores en aspectos económicos, políticos y sociales?
Y una última interrogante que también se la haría al Che para acercarlos al llamado socialismo del siglo XXI. ¿La aspiración de un socialdemócrata es consolidarse con el capitalista o hacerse un socialista vulnerable? Ojala tenga alguna respuesta de esta persona que admiro por su juventud permanente y su lucha sostenida contra la maldad como bien es suscrita en su biografía: “ De los 21 a los 23 años, Edgar se compromete y se envuelve, cada vez más, en actividades “subversivas”, en contra de la ocupación alemana a su país, por lo que decide cambiarse el apellido Nahum por “Morin” pues, las circunstancias imperantes le obligan a vivir una doble clandestinidad –como judío y comunista, actuando en el corazón de la Resistencia Francesa, como militante oculto del Partido Comunista y acechado por la GESTAPO”.
Estos datos ilustran virtudes de comprometimiento con la época y con la especie humana, frente a las hordas que pretendían destruir al mundo. Morin tendrá que ser recordado como un eterno luchador social e imprescindible para la humanidad. En nuestro recuerdo la fecha de Noviembre de 2004, un momento de justicia a la obra de la vida de un verdadero revolucionario cuando en Hermosillo, Sonora, México, al ser inaugurado el proyecto que lleva su nombre “Edgar Morin” también conocido como el proyecto del Mundo Real se develó una estatua en su honor en el edificio de la Secretaría de Educación y Cultura de ese país quien le otorgó el reconocimiento de “Ciudadano Distinguido”, que bien pudiera ser “Ciudadano Distinguido del mundo”.
Me identifico con Morin como debe suceder con decenas, cientos y miles de compatriotas que en el mundo consideran la solidaridad como un combustible superior al oro negro y todos los diamantes. En una de las tantas entrevistas ofrecidas por el filósofo francés nos dejó una argumentación comparada con un salmo: “en lo que concierne a la civilización europea son las ideas de democracia y derechos del hombre y la mujer. Respecto a China una civilización fundada sobre el taoismo, sobre una concepción de la vida y la naturaleza muy rica, y una idea de prudencia. Creo que en las pequeñas civilizaciones índias de América del norte o del Amazonas, existen artes de vivir, saberes, conocimientos que no hay que despreciar, sino poder adoptar. Diría que toda cultura tiene sus virtudes, supersticiones, errores. Pienso sobre todo que son las virtudes de las diferentes culturas las que deberían encontrarse”.
En las estrategias de Morin están las reglas para comenzar a armonizar o poner un poco de orden en el planeta azul, porque las ideas que él ha preconizado utilizando las tres teorías, nos lleva a la conclusión absoluta que la COMPLEJIDAD puede civilizar el conocimiento. No hace falta estar cerca de Morin para percatarse de la dimensión pragmática de sus ideas. El Che hubiera sido un gran amigo de Morin. No podemos pensar en un socialismo de nuevo tipo despojado de los errores del siglo veinte sin no utilizamos el pensamiento práctico de Morin y las diáfanas ideas del Che: “Permítanme decirles, con el riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero es guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad. Tal vez sea uno de los grandes dramas del dirigente; este debe unir a un espíritu apasionado una mente fría y tomar decisiones dolorosas sin que se contraiga un músculo” (Guevara, 1991, p. 36)
En los pueblos originarios, Morin, nos recuerda que allí está la sabia del planeta y que debemos asumir holisticamente pensamientos diversos tanto del oriente como de las comunidades de los indios de América porque en estas últimas se hallan reservorios de costumbres y modos de subsistencia para el hombre aun insospechados. Contrasta con la actitud de gobiernos como el de Perú que acaba de escenificar en los primeros días del mes de junio de 2009, en pleno inicio del siglo XXI una triste tragedia de matazas de indios en su propio territorio para saciar intereses económicos y explotadores de las riquezas naturales.
Edgar Morin sabe de los valores de los pueblos originarios. En el momento de los primeros contactos con los europeos el continente americano estaba habitado por más de 90 millones de personas: unos 10 millones en el actual territorio de Estados Unidos y Canadá, 30 millones en México, 11 millones en Centroamérica, 445.000 en las islas del Caribe, 30 millones en la región de la cordillera de los Andes y 9 millones en el resto de Sudamérica. Estas cifras de población corresponden a estimaciones muy relativas (algunas fuentes citan magnitudes mucho menores), ya que resulta imposible dar cifras exactas. Cuando los europeos empezaron a realizar los primeros registros, la población indígena ya se había visto diezmada por las guerras, el hambre, los trabajos forzosos y las epidemias de enfermedades introducidas por los europeos.
La población indígena de América Latina se estima en unos 26,3 millones, aunque la mayor parte vive en Bolivia, Ecuador, Guatemala, México y Perú. Clasificados como campesinos por los respectivos gobiernos de los países en que habitan, la gran mayoría vive en una pobreza extrema en las remotas áreas rurales donde a duras penas consiguen sobrevivir de la agricultura. Los campesinos indígenas constituyen el 60% de la población total de Bolivia y Guatemala. La mayoría de los latinoamericanos son mestizos y juntos representan un 85% de la población de México, Bolivia, Panamá y Perú, un 90% de la de Ecuador y casi la totalidad en Chile, Honduras, El Salvador y Paraguay. La América Latina moderna tiene, por consiguiente, una deuda notable con respecto a su herencia indígena.
Sólo el 1,5% de la población indígena de Latinoamérica se puede calificar de tribal, lo que no es ninguna sorpresa, ya que las culturas prehispánicas crearon civilizaciones de gran complejidad. Todavía hoy existen grupos tribales en Brasil, Colombia, Panamá, Paraguay y Venezuela. Muchos de estos grupos viven en la Amazonia, donde subsisten a base de la caza, la pesca y la recolección de raíces. La actual expansión de Brasil por la selva, sin embargo, amenaza la supervivencia física y cultural de las tribus amazónicas, ya que las enfermedades importadas por los foráneos están diezmando a la población, y la explotación minera y la construcción de autopistas arrasa sus territorios.
La población indígena total de Latinoamérica incluye algo más de 600 grupos indígenas diferentes, con su propia lengua o dialecto. Igual que los indígenas del norte del continente, viven en entornos absolutamente dispares en cuanto a clima y condiciones, que oscilan desde la selva, el desierto, hasta las cimas de grandes sistemas montañosos, como los Andes.
Cuando Edgar Morin habla con vehemencia de los pueblos originarios la figura del Che se agiganta y nos llama al rescate de la memoria histórica con estrategias comunicacionales capaces desde los territorios de esos pueblos trasmitir la rica vida llena de experiencias civilizadas desconocidas para las sociedades modernas. Es vital que se haga énfasis en la vida de los Mapuches de Chile y otros pueblos de Ecuador, Perú, Argentina, Brasil, Guatemala, México y Venezuela antes de que muera la sabiduría ancestral de sus pobladores.
Esa mirada investigadora de Morin nos debe llevar a buscar información en Cuba, Canadá y Estados Unidos porque los vínculos del norte con el sur no deben obviarse. Recientemente arqueólogos cubanos y norteamericanos descubrieron en la Cueva del Mamut, Estados Unidos evidencias de contactos entre los nativos de las antillas y el sur con los del norte. Una relación cultural milenaria.
Lo que Morin dice y escribe para Europa sirve para el continente americano y para el mundo: “La Homogeneización , la estandarización, tienden a destruir las diversidades culturales y al enraizamiento. Hay una angustia difusa pero real de la pérdida de la tierra. Hay que reencontrar su tierra, no sólo la tierra de Francia, hoy amenazada por la desertificación, sino también el planeta Tierra que debemos salvaguardar en su diversidad viviente y humana de las depredaciones múltiples que la amenazan”.
Mientras las sociedades modernas continúen pensando en la necesidad de preservar la existencia de clases medias y altas a expensa del sufrimiento de los pobres, de un monstruo llamado “democracia” la crisis económica mundial perdurará no por falta de productos materiales sino por la carencia de ideas y pensamientos nobles capaces de forjar con ternura el alma de los pueblos. El Che y Morin continuaran la marcha para hacer realidad un mundo mejor.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Visitas a http://es.wikipedia.org/wi , http://www.edgarmorin.org/ ki/Edgar_Morin
Notas de los libros. El Cine o el hombre imaginario (1956), Las estrellas: mito y seducción del cine (1957) , Autocrítica (1959) y Introducción a una política del hombre (1965)
MORIN, Edgar. Os sete saberes necessários à Educação do Futuro. 2. Ed. São Paulo : Cortez, 2000.
http://es.wikipedia.org/wiki/Che_Guevara
http://es.wikipedia.org/wiki/Amerindios
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