jueves, 4 de septiembre de 2008

Es la hora del Che y de Camilo (1)



Por lic. Carlos Rafael Diéguez. B
En Santa Clara el 8 de octubre de 2007 el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, en ocasión del 40 aniversario del asesinato del guerrillero heroico evocó el ejemplo de dos grandes hombres de América al expresar: “Estamos en una hora de combate y esta tiene que ser, por tanto, la hora del Che y de camilo”. No hay dudas que cada uno en su tiempo se levantó con la misma grandeza.
No es trascendente si en Cuba o en el mundo se habla más del Che Guevara que de Camilo Cienfuegos. La comparación es innecesaria, ambos comandantes son venerados por el pueblo cubano con extraordinaria pasión, cada uno en su contexto. Los dos son muy queridos y admirados. Ellos reciben el mismo cariño sin mermar en uno o en otro.
Camilo “El señor de la vanguardia” apenas vivió diez meses después del triunfo de la revolución cubana. Desapareció en el avión en que viajaba en medio de una tormenta el 28 de octubre de 1959.
El guerrillero heroico tuvo más tiempo para exponer sus cualidades de revolucionario, de escritor, de poeta, de fotógrafo, ajedrecista y de estratega militar a través de varias misiones al extranjero antes de ser asesinado el nueve de octubre de 1967 en Bolivia.
El che fue un poeta de sueños como lo es Camilo. Si el argentino “consideraba la posibilidad de alcanzar la libertad plena del individuo mediante la revelación poética” según un articulo del periodista Giovanni Fernández Valdez* pienso que Camilo Cienfuegos también lo animaba ese concepto; porque es verdad que no tenía la cultura de los libros, pero poseía la sensibilidad y inteligencia natural del pueblo.
¿A quién amaba el Ché sino a la causa de los humildes y los explotados? Las mismas pasiones del Guerrillero heroico son las de Camilo Cienfuegos. La absoluta pureza de ideales y el repudio hacia la explotación y la dominación imperialistas son fortalezas espirituales que caracterizan a los legendarios comandantes.
No hay dudas que Ernesto Che Guevara dispuso de más tiempo, vivió más para exponer su proyecto y sus pensamientos como lo hizo en el libro “el Socialismo y el hombre en Cuba” que constituye un llamado a como debe moldearse el ser humano en la sociedad de hoy con el objetivo de aportar vienes para su propia subsistencia desde un modelo integral a partir del conocimiento.
Imagino como Camilo hubiera disfrutado ese titulo, porque la amistad de ambos guerrilleros era tan grande que no hay dudas que este texto como otros lo compartirían.

El che desde sus altos cargos en el Estado cubano realizó numerosas visitas a países de Asía, Europa, África y América Latina como hombre de la diplomacia y la política. Camilo apenas viajó a Estados Unidos y México.

Lo verdaderamente trascendente son los sentimientos que poseemos los cubanos hacia los dos héroes. Decir ahora si se habla menos, o más de cualquiera de los dos es una comparación que deshonra tal como suscribe el pensamiento martiano. Los expertos en psicología plantean: “los sentimientos definen la calidad espiritual de los seres humanos”. Esa energía positiva la tienen a “borbotones” ambos comandantes y es tal, que después de muertos se impregna en el pensamiento humano de los cubanos de hoy.

Son grandes los sentimientos de amor y simpatías del pueblo hacia Camilo Cienfuegos hoy decenas de escuelas llevan su nombre y cada 28 de octubre millones de cubanos van hasta las costas del mar y hacia los ríos a “echar una flor para camilo”. Patriótica tradición de cerca de 50 años convertida en la manifestación de homenaje póstumo más grande que se hace a un mártir en nuestro país. El sentimiento de los cubanos por el Ché es el mismo hacia Camilo. Ambos tenían una amistad entrañable un amor, y una lealtad a toda prueba por la revolución. Tanto uno como el otro, poseían la virtud de disfrutar la vida con intensidad y de atrapar los auditorios como auténticos comunicadores sociales.

Mientras el argentino dialogaba con un ritmo mesurado reflexivo que hacia pensar al interlocutor, Camilo convocaba con su verbo estridente, apelaba a la poesía y hacia vibrar multitudes. La oratoria de este joven nacido en un Barrio de la habana impresionaba por el poder de convencer. En más de una ocasión he escuchado los discursos de ambos Comandantes, y la diferencia más singular es el ritmo de la palabra, porque el acento del español argentino es más lento y cadencioso, mientras los cubanos hablamos más rápido y estridente. Cuando el ché y Camilo hacían sus discursos evocaban sentimientos e ideas, no solo con sus voces sino con una imagen no verbal: los gestos, las manos y los ojos acompañaban magistralmente el discurso, sin ningún alarde de exhibicionismo.

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